...hacia el colchón ahuecado, hundido, cuna de pesadillas, morbos y hacinamiento para el apesadumbrado insomnio, que muere al surgir el efecto de las pastillas amarillas, mixtura indispensable para subsistir en el híbrido paisaje, sin paisaje.
Por ahora, al menos por ahora hay callos en la mano, extensión de la espera, concebida la hinchazón, péndulo del hastío del encierro y de las sombras con los hongos de humedad descascarándose.
Desvastado el paisaje con las voces que no se aplacan, se abrió la trocha que aniquiló los matices del arco iris y el olor de la lluvia. Salir es tener que volver a entrar y tener que atravesar el barranco divisor, entre el desastre bajo fianza para continuar con vida y la desolada meseta del sin sentido. Para Un jugador de Dostoiesvsky habrá tiempo, “mañana todo se acabará!”, ¿volverá el tiempo de la lectura? Entre los trastornos que me provocan los psicofármacos, la concentración para la lectura es casi nula, pero el objetivo es mantener el estado lineal para poder dormir, comer y cagar ¿sin alteraciones alucinógenas?
La soledad es la puerta que quedó abierta, la única que supo perdonar al fracaso. Cuando todos ya se cansaron de las mentiras, de los fraudes, del desconcierto, solo surgió en el desmaño de los sentidos, este arañar al silencio opaco seco , sin estrellas siquiera para salir a mirar. La tristeza acontece, se deja acontecer en la brisa que traen los días de la errata continua, los ocasos devorados por el reinado del
azar y las balas de las esperanzas fusilando al deseo.

Sobrevivir en la enajenación, el encierro, los callos en la mano, los días sin silencio, la lejanía del mar, las ausentes ramas del pino sosteniendo a la luna, los ausentes brazos sosteniendo al abrazo, sin arreciar a las ganas de regar una planta siquiera… Llevarse a la boca un cigarrillo y otro, hasta el confabulado hartazgo que empuja Adentro, en el otro encierro, alguien me habló de la patología de los duelos no resueltos, demasiados muertos… cada pérdida un duelo, sumado a todo el dinero gastado, los años gastados, lo segundo ante puesto y ambos con pala en tierra cavando esta fosa sin fondo.
Cuando las voces descansan se logra recuperar parte de un lenguaje o de un paisaje perdido, el del silencio.